La cumbre del ‘thrash metal’
Por Sergio Ariza
Metallica fue como un regalo del cielo para el mundo del metal, una especie de
hijos bastardos de los riffs Black
Sabbath y la velocidad de Motörhead. La maestría a la hora de
tocar de manera compacta de James
Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Cliff Burton en Master of
Puppets es, sencillamente, brutal. Si Ride
the Lightning fue el disco en el que encontraron su fórmula perfecta, Master of Puppets fue donde la pulieron
hasta entregar su mejor trabajo y, probablemente, el de todo el ‘thrash metal’.
El tercer disco de Metallica ampliaba el
alcance y la ambición de sus primeras obras sin perder un ápice de la rabia y
la fuerza de estas. Es aquí donde la formación más recordada de la banda
encuentra la perfección, actuando como una máquina perfectamente engrasada, una
especie de monstruo de cuatro cabezas en el que cada uno cumple su parte a la
perfección y en total sintonía con los otros. Es el primer disco en el que el
nombre de Dave Mustaine no aparece
en ningún crédito y en el que Kirk Hammett vuela absolutamente libre,
entregando alguno de los solos más recordados de su carrera, como el de la
canción titular, que a día de hoy sigue siendo coreado por miles de gargantas,
lo que le da la razón cuando afirma que:
"Realmente trato de encontrar
solos de guitarra que sean pegadizos y memorables, que se queden grabados en tu
mente y sean casi una canción dentro de la canción. Siempre he tratado de
encontrar solos de guitarra pegadizos que puedas tararear y cantar".
Para lograrlo utilizó su Jackson Flying V “Randy
Rhoads”.
No es la única V que suena en el disco y es
que Hetfield entrega algunos de los mejores riffs de su carrera con su Jackson
King V Custom, a la que terminaría añadiendo una pegatina con la frase “Kill
Bon Jovi”, cosas como la potente y oscura The
Thing That Should Not Be, con nuevas referencias a Lovecraft en la letra y a Black Sabbath en la música. Los
guitarristas de la banda no solo comparten marca de guitarra, sino que también
utilizan los mismos amplificadores en este disco, unos Mesa Boogie.
Hetfield y Ulrich no entregan una sola canción
floja en este disco, con una primera cara más propia de un recopilatorio tras
muchos años de carrera, nada más y nada menos que Battery, Master Of Puppets, The Thing That Should Not Be y Welcome Home (Sanitarium). Si Metallica
diese un concierto hoy en cualquier parte del mundo y decidiera cerrar el
concierto con esas cuatro canciones, hasta el último de los presentes quedaría
contento. Lo increíble es que, a pesar de no ser tan conocidas, las cuatro
canciones de la segunda cara no bajan un ápice la intensidad, con Disposable Heroes adelantando la épica ‘thrash’
progresiva de …And Justice For All y Orion sirviendo de perfecto epitafio
para Burton, la prueba evidente de que Metallica nunca tuvo un bajista igual.
Líricamente es un compendio de locura, drogas,
guerra y críticas feroces a telepredicadores y el capitalismo salvaje, todo
bastante alejado del escapismo fantástico al que habían terminado reducidas las
bandas de metal de la década pasada. Metallica representaba mejor que nadie el
ardor de esa nueva hornada de bandas que tomaron por asalto y, casi por
accidente, las listas de venta.
Ahora se presenta una edición 30 aniversario
con más de 11 horas de material adicional (y eso sin contar con lo que viene en
DVD) entre demos, riffs preparatorios y actuaciones en directo. Son estas
últimas las más interesantes ya que sirven como homenaje para el gran Cliff
Burton, el añorado bajista que perdería la vida en la gira de presentación de
este disco, estando presente el último concierto que dio antes del accidente de
autobús en el que perdió la vida un 27 de septiembre de 1986.