Un nuevo sonido para el rock de guitarras
Por Sergio Ariza
Cuando en 1992 apareció el debut de Rage Against the Machine, el mundo
comprobó que el rap y el metal mezclaban perfectamente, como habían comprobado
un par de años antes Public Enemy
con Anthrax. A esto se le añadía el
hecho de que Tom Morello llevaba el
sonido de la guitarra eléctrica un paso más allá, como anteriormente habían
hecho Jimi Hendrix o Eddie Van Halen, logrando un sonido
único que sería muy influyente, mezclando potentes riffs reminiscentes de Black Sabbath, con un feedback más propio de la música
alternativa, un estilo funky y su característico 'scratching' con el que hacía
que su guitarra sonara como una bomba, una sirena de policía o cualquier otra cosa
que se le ocurriera.
El rock volvía a refrescarse con un sonido
totalmente original y gran parte de la culpa la tenía Morello, uno de los
últimos originales de las seis cuerdas. Para conseguir su particular sonido el
hombre que, posteriormente, fundaría Audioslave
junto a Chris Cornell, utilizaba
todo tipo de pedales de efectos como un Dunlop Cry Baby, un DigiTech WH-1
Whammy, un Boss DD-2 Digital Delay o un DOD EQ pedal, todos ellos a través de
sus dos guitarras principales en esta época, la famosa 'Arm the homeless', una
Mongrel hecha a medida por Performance Guitar USA que compró en 1986 y que
terminó cambiando casi completamente, dejando solo el cuerpo principal de una
Stratocaster con la línea pintada "Armen a los sin techo", y
añadiéndola decenas de otras piezas otras guitarras. Su otra guitarra favorita
en este disco era una Fender Telecaster del 82 con el nombre del grupo
terrorista peruano ‘Sendero Luminoso’
pintado en el cuerpo, que utilizaba para las canciones con afinación Drop-D
como Wake up.
Musicalmente, Rage Against The Machine sonaba como si los amos del riff clásico,
como Tony Iommi o Jimmy Page, hubieran crecido con el
It Takes A Nation Of Millions To Hold Us
Back de Public Enemy como principal referencia, combinando heavy y funk en
un resultado que sonaba totalmente nuevo. Era música incendiaria que sonaba
perfectamente acorde con la icónica portada que mostraba la foto de un monje
tibetano inmolándose.
Para terminar de redondear una fórmula
totalmente ganadora había que añadir a la imparable sección rítmica formada por
el bajista Timmy C. y el batería Brad Wilk y a un Zach De La Rocha (ese cantante a medio camino entre Chuck D y Peter Tosh) que escupía sus consignas libertarias y
anticapitalistas que, como las buenas consignas agit-prop, se pegaban en el
cerebro del oyente, al que no le quedaba otra remedio que caer rendido ante Killing in the Name, Bullet in the Head, Bombtrack,Wake up o Know Your Enemy.
(Imágenes: ©CordonPress)