Un hombre negro en un mundo blanco

Por Sergio Ariza

Michael Kiwanuka es un británico que creció escuchando a Oasis, Blur y demás luminarias del Brit Pop. Pero poco de eso ha llegado hasta su música, como él mismo dice en una de sus canciones, es "un hombre negro en un mundo blanco", y cuando comenzó a grabar las influencias que se notaban eran las de gente como Curtis Mayfield, Bill Withers o Marvin Gaye. Tras un primer disco en el que ya se intuía el talento, 'Love & Hate' es la total confirmación de Kiwanuka, un disco 'revivalista' pero poderoso, con una producción a la altura de las de los grandes clásicos de la música negra de comienzos de los 70, en la que arreglos de cuerdas y coros de varias voces, rodean a su poderosa voz, a la que pone la guinda con su guitarra en grandes momentos como 'Cold little heart' o la canción que le da título.  

El disco se abre con la mejor canción del mismo, se trata de 'Cold little heart'. Explicar esta maravillosa canción y sus más de 10 minutos de duración, en la que la voz principal no entra hasta casi la mitad, es bastante complicado pero no se me ocurre otra mejor que imaginar a Pink Floyd (con Al Green de cantante) tocando una peculiar versión del 'While my guitar gently weeps' de los Beatles producidos por Isaac Hayes. ¿Exagerado? No lo creo. Kiwanuka se confirma como un talentoso guitarrista con esa intro, en la mejor línea David Gilmour, con su Fender Stratocaster.




Pero no es el único momento en el que se luce a las seis cuerdas. Si su voz sigue siendo el punto principal, su desarrollo con la guitarra es evidente en piezas como 'Falling', con sus toques blues, 'Rule the world', en la que mete una gran variedad de efectos, o la canción titular, en la que aparece el mejor solo del disco, esta vez con una Gibson Les Paul (parece claro que Kiwanuka también es un clásico a la hora de elegir sus guitarras). En un 2016 en el que los solos de guitarra parecen olvidados, es maravilloso ver a este joven talento sacar un disco así.
 

Claro que 'Love & Hate' va mucho más allá de las habilidades técnicas de Kiwanuka como guitarrista, sirviendo como un compendio de grandes momentos de la música negra, desde el 'gospel' de 'Black man in a white world' al soul clásico de 'The final frame' que sirve para cerrar el disco y en la que vuelve a destacar su Stratocaster. Todo eso sin renunciar a otras influencias más blancas como los mencionados Pink Floyd, o la melancolía acústica de un Nick Drake o el Van Morrison más folk.



(Imágenes: ©CordonPress)

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