Mensaje en una guitarra
Por Mario Benito
Parecía estar siempre escondido, y eclipsado,
por sus dos compañeros de banda. Una de las más poderosas y exitosas de finales
de los 70 y comienzos de los 80 del glorioso siglo pasado, si hablamos de
música. Nadie se refería a él entonces, ninguno mencionábamos a Andy Summers, el ahora mítico
guitarrista de The Police, porque
los elogios se los quedaban todos ese replicante superdotado que tocaba el bajo
con un poderío descomunal, cantaba con una voz absolutamente personal y firmaba
casi todas las canciones con el pseudónimo de Sting, y el batería Stewart
Copeland, uno de los más grandes que ha disfrutado el pop-rock. Era un
abuso aquella caja, que cada vez que entraba electrizaba la canción entera y a
quien la estuviera escuchando, los cambios de ritmo imposibles... Apenas había
solos de guitarra con los habituales alardes de virtuosismo en las canciones
del grupo. No era especialmente alto ni guapo como Sting, ni tenía su
magnetismo y carisma. No reparábamos en él porque entonces no sabíamos lo
importantes que eran aquellos acordes arpegiados que Andy Summers lograba en su
Telecaster.
Reggatta
de Blanc fue el segundo disco de The Police. Se
publicó en 1979 y fue un éxito descomunal, tanto que arrastró al primer LP, Outlandos d'Amour (1978), haciendo que
se convirtiera también en un éxito tiempo después de ser editado. Destacar un
disco de The Police entre los cinco que grabaron en estudio es complicado, y a
la vez sencillo. Complicado porque no hay ninguno malo. Basta mencionar que terminaron
su carrera en 1983 por todo lo alto con esa obra maestra titulada Sinchronicity —que, además, fue el álbum
más vendido de la banda con más de 8 millones de copias sólo en EEUU—, y destacar
un disco de ellos es a la vez sencillo porque Reggatta de Blanc (¿reggae de blancos?, eran un misterio los
títulos de sus álbumes) se abre, nada más y nada menos que con Message in a Bottle. Número uno en el
Reino Unido y en medio mundo, como también lo fue esa otra genialidad de la
contención, el ritmo envolvente y la ambientación sonora que es Walking on the Moon. Cómo sonaba el bajo
de Sting, su voz, qué fuerza la de la batería. ¿Y la guitarra?
Andy Summers (Lancarshire, 1942) empezó a
tocar la guitarra a los 13 años, a los 16 tocaba en clubs y a los 19 se marchó
a Londres para formar su primera banda de soul y rhythm and blues británico: Zoot Money's Big Roll. Era mediados de
los 60 del siglo pasado y con un panorama musical en Londres efervescente. Pasa
por varias formaciones, incluidos The Animals
de Eric Burdon, con quienes llega a
grabar el disco Love Is. Se marcha
después cinco años a Los Angeles, donde su centro de actividad principal es la
California State University. Vuelve a Londres, actúa con distintos músicos y en
varias grabaciones, participa en 1975 en la edición orquestal del Tubular Bells de Mike Oldfield, y en 1977 es invitado a unirse al grupo Strontium 90 del que también forman
parte Sting y Stewart Copeland... con quienes ese mismo año, y tras algún lío
con otro guitarrista más, forman el que finalmente es el trío The Police. El
resto es historia conocida.
Su colección de guitarras es impresionante (http://andysummers.com/guitars/).
Le hemos visto tocar en alguna ocasión una Gibson ES 335 con caja de
resonancia, posiblemente herencia de su formación y querencia jazzística —se
nota, claro—; también con alguna Strato o con alguna acústica Martin. Pero su
guitarra es una Telecaster. Esa Telecaster. La Telecaster de Andy Summers de la
que incluso Fender ha lanzado una edición limitada conmemorativa, y muy exclusiva.
El propio Summers cuenta que la compró de segunda mano en 1972 a un alumno al
que daba clases de guitarra en la Universidad de Los Angeles.
Eran tiempos difíciles y la adquirió por muy
poco dinero. Estaba ya muy modificada. Summers dice que le cambió tan sólo los
clavijeros, que la pastilla del mástil no era la original sino una Hambucker de
las que llevan las Gibson, mientras que sí conservaba la pastilla del puente
que llevaba la guitarra de serie. Le habían sustituido la placa metálica propia
de las Telecaster por otra de latón; "por razones de sonido", no
estéticas. Además, le habían incorporado distintas piezas de latón en el puente,
una para cada cuerda, que seguramente mejoraban la afinación. La electrónica también
estaba por completo reformada con una preamplificación extra alimentada con una
pila de 9 voltios y dos selectores en vez de uno para cambiar de pastillas y
para accionar o desactivar ese previo con el que conseguía un efecto de overdrive y más sustain: sí, el sonido de The Police.
Andy Summers confiesa que una vez que volvió a
Londres y que triunfó con esa guitarra formando parte de uno de los grupos más
fascinantes de la historia del pop-rock, buscó a ese estudiante que le había
vendido la guitarra por muy pocos dólares para ofrecerle más dinero. Le parecía
que tenía una deuda con él, que en aquella guitarra había algo especial,
"mágico", como un mensaje oculto que le hubiera llegado para regalarle
un sonido especial, pero no hubo manera. "La guitarra es tuya", fue
la respuesta de su antiguo alumno, " te la vendí y no me debes nada."
Ahora no tiene precio y ahora, nosotros, sabemos que esos acordes de Andy
Summers que te destrozan la mano si los quieres tocar son tan fundamentales como
el bajo y la voz de Sting, o la batería de Copeland, en la música de The
Police.
(Imágenes: ©CordonPress)