Neil Young
El hippie que quería ser como Johnny Rotten
Por Vicente Mateu
The king is gone but he's not forgotten
Is this the tale of Johnny Rotten?
[My My Hey Hey (Into the Black)]
Si tu vida gira en torno a una guitarra estás
de enhorabuena. La Generation Axe de Steve Vai ha sido todo un síntoma de
que vivimos nuevos tiempos y en la primera mitad de 2016 casi se puede hablar,
por fin, de una nueva era axe para
nuestro instrumento favorito. Desde Eric
Clapton a Tosin Abasi, la
actualidad de la música ‘popular’ en su sentido más amplio, desde el jazz o el
blues al metal progresivo, sale de unas pastillas atornilladas a una caja.
Entre la legión de leyendas que han invadido Europa junto a la joven horda de
‘virtuosos’ se encuentra uno de los pocos que están incluso por encima de ambas
categorías: Neil Young, el hippie
con alma de punk que a sus 70 años se sabe por encima del bien y del mal, un
mito viviente respetado tanto por sus fans de toda la vida como por sus
bisnietos.
Que es un fenómeno intergeneracional se ha demostrado
en el Mad Cool celebrado en Madrid a mediados de junio. Miles de personas
acudieron a escucharle con fervor, como hicieron dos días antes en el mismo
sitio con otro ‘pedazo’ de Historia, Pete
Townshend y sus Who, que dejaron
igualmente asombrado al personal que nunca les había visto tocar.
Neil
Young y Pete
Townshend serán septuagenarios, pero hay cosas que se llevan en la sangre y
se rebelan contra la artrosis. O al menos ellos lo intentan.
El canadiense y su inseparable Old Black -una Les Paul del 52 o 53 con
pastillas de una Firebird- nunca serán un referente de los puristas del gremio.
Neil Young es un cantautor para el
que la técnica -no la tecnología- siempre ha estado supeditada a la música. Los
Rolling Stones hicieron bien en
rechazar su ofrecimiento como guitarra solista cuando murió Brian Jones [en cambio, Rory Gallagher se equivocó al
rechazarla] porque su estilo nunca hubiera encajado en la banda. Demasiado
personal, demasiado íntimo.
En su segundo disco en solitario, Everybody Knows This is Nowhere (1969) quizá
se encuentren los dos máximos exponentes de la ‘biblia’ guitarrística de Neil Young, Down by the river y Cowgirl
in the Sand, de más de diez minutos cada uno, prácticamente instrumentales.
El dueño de Old Black quería llorar
de amor y despecho y Old Black llora,
se muerde los dientes, aprieta los puños… Un sonido sucio que anuncia la
tormenta de Like a Hurricane o, en el
paroxismo de la distorsión, Rust never
sleeps (1979).
Entre medias, el doctor Jekyll que lleva
dentro te lleva de paseo por el campo con Emmylou
Harris y Linda Ronstadt para, de
vuelta a casa, componer un disco tecno al que pronto seguirá uno de rockabilly,
quizá una colaboración con Pearl Jam
o se va de gira con el hijo de Willy
Nelson y sus Promise of The Real,
con los que ha grabado sus últimos discos y le acompañan de gira. Nada que ver,
por supuesto, con los míticos Crazy
Horse aunque el repertorio de sus conciertos se alimente en su mayor parte
de aquellos verdaderos buenos tiempos. Los de después de la fiebre del oro.
La
mecha del 68
La epilepsia y otras múltiples dolencias nunca
han frenado la creatividad hiperactiva de este auténtico pionero, un chorro sin
fin de música que desde hace varios años saca discos casi cada mes, ha hecho
incursiones en el cine e incluso impulsa un formato de grabación digital bajo
su propia marca (Pono). Miles de proyectos de todo tipo, como sus conciertos
“del puente”, siempre destinados a un único fin: la investigación de
enfermedades como la de su propio hijo, aquejado de parálisis cerebral y
tetraplejia.
Neil
Young estaba en el momento adecuado a la edad
adecuada. Nacido en 1945 en Ontario, la explosión del 68 no le cogió por
sorpresa porque era uno de los que se encargaba de encender la mecha. Justo en
aquel año lanzó su primer disco en solitario tras dejar atrás Buffalo Springfield y a Crosby, Stills y Nash. Él
cabalgaba a lomos de ‘caballo loco’.
Su precocidad le permitió ver el cambio de
ciclo antes que la mayoría de sus colegas de generación y, desde mediados de
los 70, hundido en una depresión por la trágica muerte de su amigo Danny Whitten, su alma gemela de Crazy Horse, empezó a romper las
cadenas con un mundo de flores y amor arrasado por una sobredosis. Terminaba
una década de obras maestras y se disponía a empezar otra.
Como un
huracán
Neil
Young se metió de lleno en la era punk literalmente Like a Hurricane (1977), la cumbre de su
trabajo con la guitarra, un tema en el que condensa todo lo aprendido entre Cowgirl in the Sand y Zuma. Poco después, se compraría unas
maquetas de amplificadores tamaño Godzilla y unos micrófonos a juego y se
dispuso a tocar más fuerte, más sucio y más transgresor que los mismísimos Sex Pistols.
“El óxido nunca duerme”, fue el lema con que Neil Young afrontó los años 80. Los
hippies eran dinosaurios, salvo que él ya no lo era, se había reinventado como
la conciencia del rock. Y nadie se atrevía a toserle, ni siquiera Johnny Rotten, protagonista indiscutible
de aquel disco, directo incluido.
Durante los siguientes diez años, Old Black y su dueño volvieron locos a
sus fans experimentando con todo lo que se le ponía a tiro. Re-ac-tor (1981); Trans (1982); This Note’s For
You (1988)… de los sintetizadores a las secciones de viento o colgándose su
Grestch White Falcon [o la firmada por Chet
Atkins] hasta acabar, en la frontera de los 90, con otra obra maestra con
la que cambiar una vez más el ciclo. Freedom
y su Rockin’ in the free world
anticipaban en 1989 la crisis social que nos estallaría en las manos. Ahora
nadie puede decir que no estábamos avisados.
A partir de aquí, la carrera de Neil Young se sumerge directamente en
la confusión o, mejor, en una neblina de la que consigue salir en contadas
ocasiones -Broken Arrow (1996), Greendale (2003), Prairie Wind (2005), Chrome
Dreams II (2007)…-. El bajón creativo se suple desempolvando un archivo sin
fondo de grabaciones inéditas y constantes discos en directo, pasados y
presentes. Eso sí, como desde 1968, a uno por año e, incluso, dos.
Irreductible
En el siglo XXI, el canadiense irreductible
-el que se niega aún a ser ciudadano de EEUU pese a tener derecho a ello- ha
volcado su tercera edad en su faceta
más rebelde y comprometida, con un protagonista absoluto: su hijo. The Bridge School Festival, un concierto
a beneficio de centros de investigación y fundaciones para niños
discapacitados, reúne anualmente a estrellas de todos los géneros para una
actuación muy especial ante un público muy especial.
En 2006 grabó Living With a War en un mes escaso contra las andanzas de Bush en Irak, pero su gran lucha
política siempre ha estado relacionada con el medio ambiente. Farm Aid es su
iniciativa más conocida, una ONG en combate contra la exclusión social de los
agricultores empobrecidos por las nuevas técnicas de producción. En la
actualidad, Young ha emprendido una
nueva batalla, esta vez contra la multinacional Monsanto, a cuyas semillas
transgénicas ha dedicado su penúltimo disco, The Monsanto Years (2015), con la ayuda de su nuevo lugarteniente, Lukas Nelson.
Sea con el hijo de su viejo amigo Willie, con los Crazy Horse que reunió hace unos años, con Daniel Lanois, con Pearl Jam,
con los Bluenotes o quien se sienta
capaz, incluso a sus 70 años, de seguir a Neil
Young cuando se pone en modo hurricane,
su compañera inseparable siempre será Old
Black.
Porque su revolución tiene nombre de guitarra
y en sus manos -el privilegio de ser leyenda- sí es “un arma cargada de
futuro”.