Dust (2016)
Mark Tremonti
Una apisonadora de seis cuerdas
La inefable Wikipedia describe a Mark Tremonti como un fan de Stevie Ray Vaughan con una doble vida
en la que prefiere soñar con Dimebag
Darrell. Es más, asegura que el propio guitarrista lo ha confesado en los
últimos tiempos. Al margen de la veracidad de la descripción -que seguro que él
asume sin problemas-, se ajusta perfectamente a uno de los grandes virtuosos
del heavy metal del siglo XXI, un talento que ha crecido artísticamente en el
nuevo milenio. Dust, su tercer disco
bajo su nombre es exquisito técnicamente… y tan brutal como una apisonadora.
Igual que su anterior disco, Cauterize, ya que en realidad es su
segunda parte. Un doble set lanzado separadamente con unos pocos meses de
diferencia pero grabado al mismo tiempo. Son los problemas de una creatividad
hiperactiva que arrancó con Creed,
explotó con Alter Bridge y un Grammy,
y que ahora se reivindica con su propia banda y su propia marca. En ambos, el
bajo corre a cargo de Wolfgang Van Halen,
un ‘aroma’ familiar que parece flotar en temas como Never Wrong pese a la constante descarga ‘metallica’. Al fin y al
cabo, no lo olvidemos, hablamos de thrash metal. Lo del heavy es cosa de sus
padres. [Eric Friedman, guitarra, y Garrett Whitlock, batería, completan la
formación].
Tremonti ya ha reconocido que no puede con todo. Creed, de momento, queda aparcado. En los primeros meses de 2016 ha
grabado el quinto álbum de Alter Bridge,
ya a punto de salir. Mientras llega, él y su ‘alter’ ego Myles Kennedy, el mejor cantante de rock de la última década, se
dedican uno a promocionar Dust y, el
otro, a dar lustre a la guitarra de Slash,
para el que parece haberse convertido en imprescindible. O sea, que tienen
trabajo para rato.
La gran virtud de Tremonti y su colección de Paul Reed Smith personalizadas -otro de
sus pluriempleos- es haber conseguido sacarlas partido en un género tan
‘pétreo’ como el thrash, donde la velocidad y el doble bombo estrechan en teoría
las posibilidades. En la práctica, el guitarrista de Detroit convierte en un
arte complicar los riffs sin perder potencia, perfectamente acoplados a una
base rítmica endiablada.
Como endemoniado es el solo de Dust, una balada que da título al disco
con una agradable melodía compuesta especialmente para destacar el momento
álgido de la guitarra de Tremonti. Una
breve ‘pausa’ antes de volver a machacar en Betray
Me o Tore My Heart Out, quizá uno
de los mejores cortes para entender su capacidad de transmitir emociones en
medio de la tormenta sónica del metal de última generación, la que se iba a la
cama después de hacer los deberes escuchando Master of Puppets.
Sin embargo, ni Tremonti (41 años) ni por supuesto el joven Van Halen (26) renuncian a sus ‘mayores’. Valga de ejemplo de nuevo
la Wikipedia cuando asegura que, pese a tanto tuneado de su ‘herramienta’, Mark quería a toda costa que las
pastillas sonaran como la Stratocaster de su admirado Stevie Ray Vaughan. Dos formas muy distintas de entender la música
pero, al final, una sola guitarra.