Guido Lembo, alma de pescador, corazón de músico
Por Massimo D'Angelo
Querido Guido,
Me abriste la puerta de tu casa la noche del 31 de diciembre de 1999. Y lo hiciste sin conocerme: yo era un amigo de Maurizio, "otro hijo" para ti, y eso fue suficiente para considerarme, también, como uno más de la familia. Lo mismo hizo tu esposa Anna y tus dos buenos hijos, Marianna y Gianluigi. Era una Nochevieja importante, se estrenaba un milenio, y había que pasarla en casa, relajados en el calor que sólo el cariño de los seres queridos puede crear, antes de bajar a festejar al local Anema e Core.
Lo reconozco, no soy muy mundano, así que Capri siempre me ha resultado un lugar muy estrecho (¿o quizás demasiado grande?). "Nunca más de tres días", me he impuesto siempre. Su magia te embriaga, te hechiza. Demasiado peligroso para los que se enamoran con demasiada facilidad. Edwin Cerio, en su texto de 1926 Aire de Capri, escribió: "Se llamó, Capri, isla de náufragos, asilo azul, muestra de humanidad, vía muerta en la que acaban los grandes descarrilados de la vida. Pero si las corrientes de la fortuna arrojan algunos restos humanos sobre esta roca, si pasan campeones extraños y bizarros, si sopla el viento de la locura, la esencia divina de Capri no se distorsiona. Bajo la máscara que otros le han impuesto, la isla conserva su rostro y su antigua virtud milagrosa". Y tú, querido Guido, lo sabías bien. Te reíste de esas máscaras impuestas a tu isla, y mostraste su verdadera cara, la más sincera y alegre. Lo hiciste a tu manera, como mejor sabías: con una guitarra en la mano.
En tus 50 años de carrera, primero en el Guarracino y luego en la Taverna Anema e Core, has visto pasar a muchos famosos (y no tanto): actores, políticos, cantantes, modelos, empresarios, hombres de negocios, futbolistas de todo el mundo. Y fue allí, una vez bajadas las escaleras, donde desataste tu magia de encantador: nadie estaba allí para aparentar, todo el mundo estaba allí para divertirse, sin importar quién o qué era y de dónde venía, con tu música, bailando sobre las cuerdas de tu guitarra clásica y cantando contigo.
Diecisiete años después de aquella inolvidable Nochevieja, un sábado 15 de julio de 2015, lo volviste a hacer: me abriste las puertas de tu otra casa, el Anema e Core, y dedicaste tu valioso tiempo a hablarme un poco de ti, delante de una cámara, de la única manera que eras capaz: sencilla, honesta, humilde, abierta y siempre, siempre, con una sonrisa en la cara.
El 19 de mayo de 2022, Capri perdió a su rey, su voz. En mayo, como no podía ser de otra manera. Te veo en un bote de remos, guitarra en mano, frente a tus hermosos Faraglioni mientras cantas Era Di Maggio (Fue un Mayo), tu canción favorita... y tal vez sonrías mientras miras a los que se quedaron aquí, en el "asilo azul", con los ojos llenos de lágrimas, esta vez, de tristeza.
Cerio escribió: "Quien, haciendo un acto desesperado, se aferra a esta roca, se salva por la esperanza; quien busca la Nada, encuentra el Todo; quien, navegando a la deriva, es arrojado allí por las corrientes adversas del destino, por las vicisitudes afortunadas de la vida, se encontrará embarcado en este engendro de la naturaleza anclado en el mar de la felicidad, se sentirá acariciado por esa brisa de la locura que es el soplo del arte, el suspiro de la belleza, el aliento de la vida: el Aire de Capri.”
Esa brisa de locura, ese Aire de Capri que tan bien conociste, quedará para siempre allí, en el Anema e Core, ya desde hace algunos años en las buenas manos de tu hijo Gianluigi. Y quienes tuvieron el privilegio y la suerte de conocerte, sabrán regalar a tu isla mágica una sonrisa, en recuerdo de un hombre humilde, bueno y generoso, que en esta roca en medio del Mediterráneo encontró el Todo, lo puso en música y lo regaló a quienes cantaron con él.
Adiós, Guido.
En memoria de Guido Lembo (13 de noviembre de 1947 - 19 de mayo de 2022).