Bound by the Blues
Sonny Landreth
A los lectores de Guitars Exchange no hace falta explicarles el arte del ‘slide’ y
mucho menos lo difícil que es dominar una técnica reservada sólo a unos
cuantos. Quizá haya que nacer en Mississippi
y vivir en Louisiana como Sonny Landreth para tener en el ADN el
gen correspondiente y convertirte en un maestro. Su mundo, por supuesto es el
blues, pero en su caso mezclado con el característico ritmo del zydeco
y toda influencia indígena de su pantanosa tierra natal. Sonidos criollos,
jazz y una pizca de country.
Una mezcla lo bastante picante como para que
sus discos destaquen en un gremio saturado de virtuosos y en los últimos años
haya ocupado los primeros puestos en ventas de blues según el sacrosanto Billboard. Ahora vuelve con un nuevo
trabajo, Bound by the blues, que ya figura entre los imprescindibles de
2015.
Landreth lleva sobre el escenario agarrado a su inseparable Fender Stratocaster el tiempo
suficiente para ser ya una figura de culto, lamentablemente muy poco conocida a
este lado del océano. Un caso similar al de John Hiatt, al que acompañó una buena temporada. Guitarrista de
guitarristas, como Eric Clapton o Mark Knopfler, que también le eligió
para que le echara una mano a mediados de los 90. Su Zydeco shuffle en Youtube es una visita muy recomendable
que despeja cualquier duda, incluida la del color de su piel. Lo del ‘slide’,
por cierto, sólo es uno de sus muchos trucos.
Bound by the blues es un regreso a la simplicidad
de la guitarra-bajo-batería con el que rinde tributo a los clásicos. Versiones
de Elmore James o Robert Johnson y temas de su propia
cosecha en los que resuenan constantemente muchos otros nombres gloriosos. Uno
de ellos es el del recientemente desaparecido Johnny Winter, que recibe uno de los mejores homenajes posibles en Firebird
blues.
Blues
del Delta en estado puro. Sonny Landreth ha prescindido de casi todo y, por una vez, respeta
los cánones de sus maestros. Nada de jazz y poco zydeco, para variar. Su resbaladiza
guitarra lo agradece con todo un torrente de inspiración y, sobre todo, buen
gusto. Un regalo para los oídos… y una pesadilla para los dedos.