El hombre que no quiso ser estrella

Por Sergio Ariza

La historia de Tom Scholz se podría resumir como la del hombre que no quiso ser estrella del rock. Tras deslumbrar al planeta con su excelente disco de debut y vender más que lo que lo había hecho nadie con su primera obra, Scholtz prefirió preservar su independencia artística al resplandor del éxito, con una carrera en la que solo ha sacado discos cuando le ha dado la gana. Un genio del estudio de grabación, con un Máster en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), que tiene un sitio entre los grandes guitarristas, gracias a su peculiar sonido y a sus muchas invenciones técnicas.  

Scholtz comandó una banda llamada Boston que a mediados de los 70 se convirtió en 'the next big thing' que dicen los americanos, o la gran esperanza del rock pero que nunca llegó a igualar la grandeza y el éxito de su primer trabajo. Un perfeccionista de su trabajo que siempre prefirió la paz interior a buscar el éxito por el éxito. Scholz es un perfeccionista que se aproxima a su música como un ingeniero a sus creaciones y que reconoce no escuchar música más allá de la suya para no ser influido por ella. Y lo de ingeniero no es solo una analogía, Scholz se graduó con un Máster en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets (el MIT) y fue fichado por la emergente Polaroid para trabajar en su empresa. Fue mientras trabajaba allí cuando se gastó una fortuna (que todavía no tenía) en construirse un estudio en el sótano de su apartamento en Watertown, Massachusetts. Todo lo aprendido en el MIT y en su empresa lo empleó para encontrar el sonido que sonaba en su mente. Fue allí donde creó las canciones que le darían la fama, entre ellas 'Peace of mind', una canción en la que habla sobre su estancia en Polaroid y en el poco interés que tenía en escalar puestos corporativos en la compañía. Algo que demuestra mucho su carácter y que deja clara una cosa, Scholz nunca fue un trepa, ni en el rock ni en el mundo empresarial.
 

En 1975, en los tiempos libres que le dejaba su trabajo en Polaroid, Scholz grabó las maquetas que le conseguirían un contrato en Epic. Para hacerlas recibió ayuda del cantante Brad Delp, el guitarrista Barry Goudreau, el bajista Fran Sheehan y el batería John 'Sib' Hashian. Cuando finalmente firmó con Epic, los únicos dos miembros de la banda que lo hicieron fueron Scholz y Delp. La compañía pidió a Scholz que las canciones se grabaran en un estudio profesional con la ayuda de un productor profesional pero que sonaran parecido a la maqueta. Scholz decidió no hacer caso y comenzó a grabar el disco en su estudio casero, utilizando su propio equipo y pidiendo una baja temporal en Polaroid. A pesar de que el productor contratado, John Boylan, puso a su disposición una guitarra acústica Taylor hecha a mano de miles de dólares, Scholz decidió usar su Yamaha de 100 dólares. Aun así, no hubo problemas entre los dos y Boylan entendió que Scholz sabía lo que quería y conocía perfectamente cómo conseguirlo. Lo único que se grabó fuera del estudio del guitarrista fueron las voces de Delp, algo de lo que la compañía nunca se enteró.




Quien sí se había enterado de que Scholz iba a probar fortuna en el mundo del rock era su jefe en Polaroid. Paternalmente se le acercó y le avisó que su aventura en el mundo de la música era muy arriesgada y que allí solo triunfaba "uno entre un millón". Cuando dos años después se volvieron a cruzar, Scholz, sonriente, le dijo "bueno, alguien tiene que ser ese uno".  

Y es que el disco de debut de Boston no solo fue un éxito. Fue una sensación, vendiendo 17 millones de copias en todo el mundo y convirtiéndose en el disco de debut más vendido de todos los tiempos (un récord que batirían los Guns N' Roses con 'Appetite for destruction' en 1987). Desde el segundo uno se sabe que es un disco en el que el estudio está utilizado como un músico más. Lo primero que suena es 'More than a feeling' que se abre con un 'fade-in' de un arpegio de guitarra acústica. Para cuando te quieres dar cuenta sabes que algo muy importante está a punto de pasar. Es solo el comienzo de una canción llena de grandes sorpresas, hasta explotar en ese riff de acordes que lleva a uno de los estribillos más reconocibles de la historia del rock. Luego está la voz de Brad Delp, un tipo con una garganta capaz de alcanzar notas que te hacen pensar que está tratada digitalmente, hasta que te paras a pensar que estamos en 1976 y todavía faltan décadas para la invención del auto-tune... Y luego están las guitarras, Scholz se convierte en uno de esos guitarristas con sonido propio gracias también a su magia con el estudio de grabación. Cada vibrato, cada ligado y cada 'bend' están doblados y suenan como una sección de cuerdas. En una canción como 'More than a feeling' Scholz intenta alcanzar el poder sinfónico de la música clásica que tanto le gustaba, una especie de Wagner en el que los acordes de guitarra sustituyen a toda la orquesta.
 

Pero el disco tiene muchas otras cosas, más allá de su canción más conocida. El inicio de 'Foreplay / Long Time' es puro rock progresivo, pero aquí también caben momentos puro 'power pop' con un punto Cheap Trick, hard rock e increíbles armonías, tanto vocales como a la guitarra. El disco parecía hecho por un ingeniero metido a alquimista que buscara la fórmula perfecta para lograr el éxito masivo y la consiguiera, tanto es así que el disco estuvo 132 semanas seguidas en las listas de éxito estadounidenses.
 

Pero la continuación de ese éxito haría ver que Scholz estaba en esto por la música y no por el éxito en sí mismo. Nuevamente encargándose de todo desde su estudio, composición, arreglos, producción, cuidando hasta el último detalle, el autor de ‘More tan a feeling’ se puso a trabajar en la que debía ser la continuación de su disco de debut. Cuando se iban a cumplir los dos años de la aparición de su primera obra Scholz entregó el resultado a Epic. Lo que ahora parece un periodo bastante corto de tiempo entre disco y disco, era en ese momento considerado demasiado tiempo. Aun así, Scholz no estaba satisfecho del todo y pensaba que la compañía le había hecho apresurarse y entregar un trabajo por debajo de su estándar, principalmente en la cara B del álbum. A pesar de todo el disco fue un éxito y tenía dos o tres grandes canciones, como la titular, 'A Man I'll Never Be' o 'Feelin' Satisfied', pero la discordia entre artista y compañía ya estaba sembrada y Scholz juró que nunca volvería a entregar un trabajo hasta que pensase que estaba terminado del todo. Su siguiente trabajo no aparecería hasta 8 años después.
 

En ese tiempo su compañía de discos puso una demanda en su contra, lo que hizo que todo se demorara más. En ese momento el guitarrista dio permiso al resto de la banda para que se dedicaran a otras cosas, el guitarrista Barry Goudreau sacó un disco en solitario en el que también participaron Delp y Hashian. A Scholz le dio tiempo para volcarse en otra de sus pasiones, la creación de equipamiento musical, que tuvo como mejor exponente los amplificadores Rockman en 1982 (que serían utilizados, un año después, en uno de los discos más vendidos de la década, el ‘Hysteria’ de Def Leppard).
 

Tras ganar la batalla legal, en 1986 apareció su tercer disco, 'Third Stage', que incluía 'Amanda', una balada que llegaría a lo más alto de las listas de éxitos. Luego llegaron otros tres discos, 'Walk On', publicado en 1994, 'Corporate America' en 2002 y 'Life, Love & Hope' en 2013. Discos fuera de cualquier corriente, con el distintivo sonido de Scholz con su Les Paul Goldtop del 68 (que en realidad eran dos casi idénticas) de la que Gibson haría una réplica con su Collector’s Choice Tom Scholz 1968 Les Paul. En estos últimos tiempos Scholz ha afirmado no estar muy al tanto de lo que sucede en el mundo de la música y de no comprar nuevos discos para que no le influyan. Tanto es así que cuando Nirvana se convirtió en una sensación mundial con ‘Smells like teen spirit’ y mucha gente vio un paralelismo entre el riff de la misma y el de ‘More than a feeling’ declaró que las dos únicas cosas que había escuchado de la banda eran muy buenas y que era un honor ser mencionado en la misma frase que ellos. Otra prueba más de sus nulas ínfulas de estrella.


 

En estos años ha pasado mucho tiempo también con su fundación caritativa y de obra social con la que ha recaudado millones de dólares para poner remedio al hambre en el mundo y para proteger los derechos de los animales. Siguiendo su ritmo de trabajo, puede que no haya nuevo disco de Boston hasta 2023 pero eso es lo de menos. Este humilde hombre tiene un puesto por derecho propio entre los grandes guitarristas de siempre con un sonido único, imitado en demasiadas ocasiones sin mucho acierto, creado por él mismo, empleando la tecnología como el mago/ingeniero que también es.
 

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