Al estilo de Randy Rhoads
Por Miguel Ángel Ariza
Tan solo
veinticinco años y dos años de carrera junto a Ozzy Osbourne tenía
el bueno de Randy Rhoads el
día que decidió subirse a una avioneta y empezar a hacer pasadas “en plan
broma” a sus compañeros de gira que viajaban en autobús. El final de la broma
ya la sabéis todos y el hecho de que esos pocos años encima del escenario le
sobrasen para convertirse en uno de los guitarristas más influyentes desde los
años 80 también.
Su
habilidad con las seis cuerdas le valió su contratación para convertirse el
guitarrista de Ozzy con tan solo el calentamiento con su mítica Gibson
Les Paul Custom de 1974 en color Alpine white; sí, ese color que tanto
nos gusta a los clásicos porque se va amarillentando poco a poco con el paso de
los años haciendo de estas guitarras auténticas reinas del baile. Pero esa
habilidad y su búsqueda de guitarras más versátiles hicieron en muy poco tiempo
que uno de los viejos conocidos de esta sección, el señor Grover
Jackson, comenzase a trabajar con el guitarrista de Ozzy y junto con Wayne
Charvel y Tim Wilson en la que se convertiría en su
modelo insignia, la Jackson Rhoads “Concorde” también en color blanco
pero con una estética mucho más acorde a los tiempos que corrían en el Rock ya
metido de lleno en el Heavy Metal y, más importante, más adecuada al gusto de
las guitarras picudas del californiano. Tomando de partida la Gibson
Flying V, y tras el primer prototipo, Rhoads quiso acentuar aún más los
cuernos de la guitarra en forma de flecha dándole una silueta más parecida a la
aleta de un tiburón, y tomando así un carácter mucho más agresivo que el de la
clásica Les Paul de sus primeros tiempos que había “copiado” a uno de los
guitarristas que más le habían llamado la atención años antes: Mick Ronson.
Esta
deriva por las guitarras con mucha salida y picudas comenzó, como podemos comprobar
en alguna de sus fotos junto a su equipo de la época, con la Karl
Sandoval Custom Polka Dot, un modelo que le encargó a este maestro de la
construcción proveniente de Fender primero y Charvel después.
Y como no
podía ser de otra manera todo este arsenal para hacer metal iba enchufado, al
menos en su época gloriosa junto al ex cantante de Black Sabbath, a
un par o tres de cabezales Marshall 1959 con su
correspondiente torre de pantallas encargadas de hacer temblar las mejillas de
las primeras filas de sus conciertos. Con semejante ganancia saliendo de esos
altavoces no necesitaba añadir mucho efecto a sus solos siendo la marca MXR su
preferida para añadir algún tipo de color sónico con el MXR Stereo
Chorus o el MXR Flanger.
Curioso
como con tan solo dos discos de estudio junto a un tipo que era una de las
mayores estrellas del mundo el sonido que salía del amplificador de Randy
Rhoads iba haciendo crecer su sombra hasta casi la magnitud de la de Ozzy.
Corrían los primeros 80 y el mundo ansiaba a un guitarrista como Randy Rhoads
que creó una escuela que perdura hasta el día hoy. Cuenta la leyenda que sus
últimas palabras a Ozzy fueron “uno de
estos días vas a acabar matándote...”