Un billete de ida y vuelta

Por Massimo D'Angelo

Guste o no, el tomo con la letra “L” de la Historia de la Música Italiana Contemporánea es cosa de Ligabue. Luciano Ligabue. Más allá de fanatismos por un lado y críticas por otro, que el chico de Correggio (Reggio Emilia, 1960) haya traído aire fresco en el panorama del rock italiano no se discute. Ha escrito bonitas páginas –como si de un libro se tratara– con notas, estrofas y estribillos que, antes o después, todos hemos escuchado, silbado, aprendido, cantado o gritado al cielo.    

Y, como pasa con los libros, entiendes si te gusta o no desde el primer capítulo. En el caso de Ligabue, el primer capítulo de este libro imaginario, se escribió entre 1990 y 1993 e inevitablemente trae consigo imágenes de los clandestinos que el treintañero Ligabue eligió como compañeros de viaje para la grabación de los tres primeros discos de su carrera –a punto ya de llegar a la veintena, entre los de estudio, directos y recopilaciones–. Gigi Cavalli Cocchi a la batería, Luciano Ghezzi al bajo y Massimiliano Max Cottafavi a la guitarra, integraban ese Clan Destino que acompañó al chico de provincias con sueños de rock n roll hasta leer su apellido en las listas y a dar vuelta por el país en un Never Ending Tour que les llevó a ser teloneros de Bono, The Edge y compañía.
   

Pero no estamos aquí para hablar de “El Liga”. Tampoco estamos aquí para hablar de un hipotético “primer Ligabue”, del “segundo”,  “tercero” y de quizás cuántos más aún; un tema, éste, que gusta mucho al imaginario colectivo de algunos críticos musicales italianos, enamorados de las etiquetas, los juicios de valor, del “es como siempre” o “va de sobrado”…
Estamos aquí para contaros la entrevista a un guitarrista con quien ha sido un placer hablar de música, sonidos, recuerdos y guitarras, en una tarde lluviosa del pasado diciembre, en un pueblo de provincia de la baja llanura padana, cuando pasamos unas horas en compañía de una pequeña estrella del rock de corazón grande.    

 

Gracias a la colaboración y ayuda de Gianluca La Boria, fundador de GLB Sound, Max Cottafavi nos abrió las puertas de su estudio y nos acogió sonriente, como si fuéramos amigos desde siempre. Con él repasamos su historia, desde el sueño de ser tenista profesional hasta dar la vuelta al mundo –guitarra al hombro– al lado del rockero más famoso de Italia.
   

Max vive con los pies en el suelo: sabe lo que significa tener un billete de ida y vuelta en sus manos. Pero con los años aprendió a disfrutar de todo lo que las seis cuerdas le brindaron en el pasado y le están regalando en el presente. Un presente que ha vuelto a girar en la órbita de Luciano Ligabue. Y a nosotros –imposible negarlo– nos gusta verles juntos otra vez, como al principio, como hace más de 25 años, cuando nos enseñaron a bailar en la cima del mundo con sonidos nuevos, que ya son parte de la banda sonora de nuestras vidas.
   

Cottafavi tiene un gusto especial por el tono y la calidad del sonido (no es casualidad que utilice los cabinet GLB) y de ello nos dio prueba en directo. Desde el punto de vista estrictamente guitarrístico, no hablamos de un virtuoso de la velocidad sino de un músico con sentimiento, que sabe poner notas y acordes, arpegios y solos en su justo lugar. Cómodo, en su papel de guitarrista, Max transmite con pasión lo que nosotros, amantes de la guitarra, buscamos en una canción en ese momento preciso, cuando el cantante deja espacio a la música: emociones.
   

Nuestro deseo es el de poder vivir muchas más emociones con Max y sus seis cuerdas, mientras Luciano sigue escribiendo las páginas del tomo con la letra “L” del que hablábamos al principio. Lo que hemos leído hasta hoy nos gusta. Y mucho.
   


">Video Entrevista Parte I
">Video Entrevista Parte II


(Todas las imágenes: © Maurizio Beucci - www.mauriziobeucci.com)

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