Sorceress (2016)
Opeth
Una Flying V y otros caprichos de Mikael Åkerfeldt
(con el permiso de Paul Reed Smith)
Opeth se ha convertido en uno de los símbolos de metal contemporáneo con su
amalgama de rock progresivo y heavy de los 80. Camel, Jethro Tull y un
trago largo de Judas Priest -el ‘Judas’
de Sad Wings of Destiny- son el punto
de partida de uno de los guitarristas más interesantes del momento, el sueco Mikael Åkerfeldt (Estocolmo, 1974),
para remover las estructuras de un género en el que no sólo existe Dream Theater. Empezó, como buen
escandinavo, marcado por el death, ya casi un recuerdo en su duodécimo disco, Sorceress, recién estrenado a finales de
septiembre de 2016, casi tan bueno como Pale
Communion (2014) o Heritage
(2011).
A sus 42 años, Åkerfeldt ha completado el
viaje hacia el rock progresivo sin complejos y sin conformarse en el mero
revival. No sólo de death metal vive el guitarrista y él es un compositor con
visión de futuro. Su trabajo y su apuesta se han visto recompensados este año
con un contrato para Nuclear Blast; Sorceress,
su primer lanzamiento en esta nueva etapa, ha cumplido con creces de momento.
Åkerfeldt es también un guitarrista al que sus
colegas no pierden de vista. Es de los que ‘marcan tendencia’, no sólo con su
técnica, sino sobre todo por su habilidad para inventarse una guitarra nueva
casi para cada nota y convertir en maravillas hasta los ‘kits’ que venden en el
súper de la esquina.
El bricolaje no tiene nada que ver, desde
luego, con su favorita, la PRS Custom 24, bien representada en un ‘armario’
dominado casi por completo por las delicatessen de Paul Reed Smith. En directo
es, por contrato, la única marca presente sobre el escenario.
Para grabar Sorceress, sin embargo, se ha podido colgar unos cuantos ‘caprichos’
de seis cuerdas que se ha dado en los últimos tiempos. Una Gibson Flying V del
79 -homenaje a Scorpions- y un par
de Strats en las que advierte que ha hecho ‘algunos’ cambios: una Custom Shop Acrylic
del 68 “que suena grandiosa” y un modelo del 62 que, por lo que cuenta en la
prensa especializada, del original sólo conserva la forma. Åkerfeldt es así,
maniático hasta para elegir amplificador. El suyo, un Marshall, lleva la firma
de Yngwie Malmsteen.
Su ‘ayudante’ Fredrik
Åkesson, en cambio, no se descuelga su Gibson Junior P90 más que para coger
una PRS Angelus como la de su jefe para las partes acústicas. En cuanto al
resto de la banda, responde al perfil de virtuosismo que exige el rock
progresivo. Destaca el bajista Martin
Méndez, que ha cambiado sus Fender
Jazz Bass por unos Sandberg California de 4 y 5 cuerdas, y completan el combo
el batería Martin Axenrot y el
teclista Joakim Svalberg, cuyo piano
da un toque aún más especial a un disco indispensable.
(Todas las imágenes: ©CordonPress)